La Policía de la Provincia de Buenos Aires tendrá otro cambio estructural, al mejor estilo Arslanián, cuyas innovaciones fueron señaladas como inútiles; en escasos meses esa fuerza civil y armada sumará civiles que cumplirán funciones administrativas en las comisarías.
El ministro Ricardo Casal tiene por objetivo sacar a la calle a los muchos ( ¿muchos?) uniformados que cumplen esas tareas en las seccionales para reforzar la prevención contra el creciente delito. En realidad busca suplir la cada vez menor incorporación de aspirantes a policías en la Vucetich, que pretenden tener sueldos como la gente sin poner en peligro la vida; muestra de ello es que para actuar como personal administrativo se han inscripto 9 mil aspirantes. Según palabras de Casal, en un acto que se llevó a cabo en Pilar ya se escogieron los primeros 2 mil, los que de a tandas se capacitan intensamente durante 15 días (¿ 15 días ?) y luego de un examen se les permitió realizar tareas prácticas en seccionales policiales durante una hora por la mañana y otra por la tarde.
Justamente a Pilar enviarán 30 empleados de este escalafón tan especial, que serán distribuídos entre las siete comisarías y ocho destacamentos de la distrital local, si se tiene en cuenta que un empleado debe trabajar 8 hs. a cada dependencia le corresponde 0.67% empleado civil, cifra exigua para un distrito señalado como uno de los más calientes de la zona norte.
En fín, la civilidad seguirá aguantando los asaltos, asesinatos, violaciones, salideras, robos, hurtos, estafas, etc. mientras los funcionarios de turno, tal vez con muy buenas intenciones, siguen haciendo con la policía un sin fin de experimentos que hasta ahora no han servido para nada.
El delito en todas sus variantes bajará cuando las calles sean recorridas por policías uniformados en cantidad, profesionalidad y apoyo logístico de acorde a los tiempos que estamos viviendo, resucitando las facultades que tenían en la década del los 80. Hasta ahora la ciudadanía lo único que ve son vetustos y reventados patrulleros con un personal indolente por los 2.700 pesos que ganan y leyes que convirtieron al Gran Buenos Aires en una zona descontrolada, casi anárquica.